El fusil kongsberg.
En los tiempos que salía al Albacora, aún no se usaban los aparejos de la pesca actual, con redes, palangres o espineles de anzuelos. Epoca heroica. El pez espada se pescaba con arpón de mano, desde la proa y en un enfrentamiento frente a frente.
Empezando la temporada los pescadores se pertrechaban de víveres y petróleo para salir a lo menos cinco días a recorrer alta mar, volver a puerto y salir de nuevo. Por lo general con tres tripulantes, el patrón de la embarcación y dos más que por días vigilábamos el mar, acostumbrando la vista para distinguir cualquier aleta que sobresaliera la superficie, diferenciando entre los distintos peces que sacaban sus aletas. Los tiburones por lo general sacaban una aleta dorsal, algo triangular. El pez espada tenía una forma majestuosa de navegar mostrando sus aletas, dorsal y de cola. A veces pasaban unos días antes de ver nuestra primera Albacora. Barríamos con nuestra vista vigilando la superficie marina. En la noche con buena mar nos acercábamos a otras embarcaciones y hacíamos una olla común con tripulaciones amigas, donde comentábamos las novedades antes de irnos a dormir. No pocas veces sé acercaban las curiosas ballenas o caían a la cubierta iluminada los peces voladores los podían ser preparados en un caldo reparador. Amaneciendo, hacíamos andar el motor petrolero. Recorriendo el mar, alguien en algún momento del día daba el grito de safarrancho cuando veía la albacora. Era un combate. Cada uno tomaba su puesto pre establecido. Uno al motor, el arponero al tangon de proa y el tercero al timón o caña. Los nervios sé tensaban. Había que salir en lo posible poniendo la embarcación de frente al pez, para que este tuviera menos posibilidades de reacción, poner el motor al máximo de velocidad, hasta que saliera humo negro y acercándonos al máximo, poner a tiro de arpón el bello animal. Una vez arponeado, que no siempre resultaba, venía el trabajo de agotarlo hasta que muriera. En esta faena peligrosa murieron algunos pescadores.
En una de esas salidas a la mar recuerdo al gringo Benito y su lancha " LASTOVO" el nombre de una isla dálmata. Era el lugar de donde venía su dueño, armador y PATRON. En algunas oportunidades salimos con mi gran amigo Alejandro, hoy capitán de barcos pesqueros que navega en los mares del sur de Chile. Benito había comprado un arpón que nunca habían utilizado, era un fusil tipo Mauser, pero este era Noruego y disparaba un arpón. El no se atrevía probarlo y me ofrecí disparar. El arpón iba unido por un cable a un tambor o depósito. Si no se hacía bien el enrollado al tambor, podía salir uno disparado junto con el arpón, fusil y el cuerpo al agua. Esa primera vez que dispare le di de lleno al lomo y pescamos una bella Albacora que nos salvo de llegar volados, o sea, sin pesca al puerto de Iquique. El fusil Kongsberg noruego nunca más se usó y paseo por años en embarcaciones, hasta que lo vi después de muchos años en su caja, semi corroído en casa de Nelson "El zorro" que lo había comprado a su antiguo propietario. Tuve la suerte de haberlo disparado por primera y única vez. Di en el blanco. No se cuantas comidas saciaron nuestro apetito juvenil en el restaurant "La comida con vuelto." Éramos jóvenes y aprendimos a querer y respetar el mar. Mi amigo Alejandro se quedó en el mar haciendo una carrera de Capitan. Yo viajé por el mundo y recorrí el viejo continente, África, el Danubio hasta el mar negro, pero nunca olvide mi paso como pescador artesanal. Oficio duro, lleno de sacrificios y hermoso. Eran tiempos heroicos.
En los tiempos que salía al Albacora, aún no se usaban los aparejos de la pesca actual, con redes, palangres o espineles de anzuelos. Epoca heroica. El pez espada se pescaba con arpón de mano, desde la proa y en un enfrentamiento frente a frente.
Empezando la temporada los pescadores se pertrechaban de víveres y petróleo para salir a lo menos cinco días a recorrer alta mar, volver a puerto y salir de nuevo. Por lo general con tres tripulantes, el patrón de la embarcación y dos más que por días vigilábamos el mar, acostumbrando la vista para distinguir cualquier aleta que sobresaliera la superficie, diferenciando entre los distintos peces que sacaban sus aletas. Los tiburones por lo general sacaban una aleta dorsal, algo triangular. El pez espada tenía una forma majestuosa de navegar mostrando sus aletas, dorsal y de cola. A veces pasaban unos días antes de ver nuestra primera Albacora. Barríamos con nuestra vista vigilando la superficie marina. En la noche con buena mar nos acercábamos a otras embarcaciones y hacíamos una olla común con tripulaciones amigas, donde comentábamos las novedades antes de irnos a dormir. No pocas veces sé acercaban las curiosas ballenas o caían a la cubierta iluminada los peces voladores los podían ser preparados en un caldo reparador. Amaneciendo, hacíamos andar el motor petrolero. Recorriendo el mar, alguien en algún momento del día daba el grito de safarrancho cuando veía la albacora. Era un combate. Cada uno tomaba su puesto pre establecido. Uno al motor, el arponero al tangon de proa y el tercero al timón o caña. Los nervios sé tensaban. Había que salir en lo posible poniendo la embarcación de frente al pez, para que este tuviera menos posibilidades de reacción, poner el motor al máximo de velocidad, hasta que saliera humo negro y acercándonos al máximo, poner a tiro de arpón el bello animal. Una vez arponeado, que no siempre resultaba, venía el trabajo de agotarlo hasta que muriera. En esta faena peligrosa murieron algunos pescadores.
En una de esas salidas a la mar recuerdo al gringo Benito y su lancha " LASTOVO" el nombre de una isla dálmata. Era el lugar de donde venía su dueño, armador y PATRON. En algunas oportunidades salimos con mi gran amigo Alejandro, hoy capitán de barcos pesqueros que navega en los mares del sur de Chile. Benito había comprado un arpón que nunca habían utilizado, era un fusil tipo Mauser, pero este era Noruego y disparaba un arpón. El no se atrevía probarlo y me ofrecí disparar. El arpón iba unido por un cable a un tambor o depósito. Si no se hacía bien el enrollado al tambor, podía salir uno disparado junto con el arpón, fusil y el cuerpo al agua. Esa primera vez que dispare le di de lleno al lomo y pescamos una bella Albacora que nos salvo de llegar volados, o sea, sin pesca al puerto de Iquique. El fusil Kongsberg noruego nunca más se usó y paseo por años en embarcaciones, hasta que lo vi después de muchos años en su caja, semi corroído en casa de Nelson "El zorro" que lo había comprado a su antiguo propietario. Tuve la suerte de haberlo disparado por primera y única vez. Di en el blanco. No se cuantas comidas saciaron nuestro apetito juvenil en el restaurant "La comida con vuelto." Éramos jóvenes y aprendimos a querer y respetar el mar. Mi amigo Alejandro se quedó en el mar haciendo una carrera de Capitan. Yo viajé por el mundo y recorrí el viejo continente, África, el Danubio hasta el mar negro, pero nunca olvide mi paso como pescador artesanal. Oficio duro, lleno de sacrificios y hermoso. Eran tiempos heroicos.